martes, 26 de febrero de 2013

Experiencias de lectura y escritura

Comentarios acerca de la lectura y la escritura
No sé si por cuestiones de lavado cerebral, intuición, aprendizaje o simple terquedad, no recuerdo en algún momento haber visto la lectura y la escritura como el acto tangible y físico de leer y escribir; todo lo contrario. Por esto mismo, no podría saber cuál de las dos aprendí primero; en el solo hecho de percibir siento que ambas están presentes simultáneamente.
Sé –recuerdo- que de niño gustaba bastante de buscar o preguntar por las palabras que se ajustaran o correspondieran a los sonidos que escuchaba. Confieso que, hasta después de haber entrado a la secundaria, prefería leer el “mundo” más que los libros. Tiempo después conocí a dos personas, dos maestros: Óscar Wilde y Federico García Lorca; en los primeros vi una preocupación real por enseñarme a leer y a escribir. Más adelante vinieron otros, muchos otros, de todas partes del mundo y de bastantes épocas (mas no de todas); cada cual dejándome su trocito de infinito.
No soy amante de los diarios ni de las novelas –aunque sí de las nívolas[1]-; hay un algo de incompatibilidad entre ellas y yo. Admiro a muchos novelistas y a la valentía de quienes escriben un diario; pero con la distancia de quien sólo los escribe sin valerse de palabras. Cosa distinta pasa con el cuento, la poesía y, especialmente, con las piezas teatrales.
Leo, escribo; lo intento. Me gustan los textos que se las ingenian para no pasar desapercibidos; aquellos pajarillos con el don de conmover, ya sea por encanto o por disgusto, cuando los oigo cantar. Me gustan los textos cambiantes y cambiadores; los que tienen manos y ojos y mente y son en el fondo personas hechas de letras.
Quisiera poder familiarizarme con los ensayos, pues siempre los he observado con binoculares.
Gusto mucho de aprender nuevas lenguas y, en especial, de enfrentarme con lenguajes que no entiendo. Descreo un poco de la poesía traducida; incluso los silencios son distintos entre una lengua y otra.
A Pessoa y a Lispector les debo lo poco que sé de portugués; a Victor Hugo y a Baudelaire, lo poco de francés; y gustaría de quedarle debiendo algo también a Pavese, a Hölderlin, a Pushkin, a Kawabata y a tantos otros…
Punto.

David Felipe Guerrero Beltrán
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Departamento de Lingüística
Universidad Nacional de Colombia



[1]Véase Niebla; Miguel de Unamuno; capítulo XVII.


Lectura y escritura: procesos de seducción, encanto y hechizo
Cuando tenía tan solo cuatro años ingresé a cursar el primer grado de primaria. aAllí me encontré con una maestra que se fue mostrando como una señora demasiado estricta, a la que le agradezco por la disciplina inculcada; para ella era de vital importancia que sus alumnos descubrieran la gran magia de las letras; nos exigía de tal manera que logró que sus estudiantes llegaran aprender a leer muy rápido, sin nunca dejar de lado la importancia de escribir (aunque una lleva a la otra). Mi madre tenía una percepción muy parecida a la de mi adorada profesora; se sentaba a mi lado todos los días cuando yo llegaba de mis clases rutinarias, me acompañaba, me ayuda y me asesoraba en todos los ejercicios dejados en la escuela como la tarea para la casa. Paso a paso, escalón a escalón, error a error, regaño a regaño, fueron elementos para que un niño ya de cinco años lograra soltar sus capacidades lectoras y llegara a una lectura aceptable.
A veces entre la meditación que todas las personas realizamos día a día, en nuestra monotonía, me pregunto “¿a qué se deberá el encanto de las letras?”. Bueno aún no termino de responderme este cuestionamiento; lo único de lo que en estos momentos estoy convencido es que el mundo de las palabras es mágico y puede llegar a ser infinito, porque así es la imaginación; un proceso sin fin y en constante expansión.
No lo comprendo, no comprendo porque en estos momentos me fascina el mundo de la comunicación, pero sobre todo de esa comunicación escrita, mágica y placentera. Muy pocas veces en mis épocas de estudios básicos tuve la obligación de leer textos, pero a pesar de esto traté de aprovechar esta fantasía, hasta lograr sacar una minúscula parte de su “sustancia”, que me enloquece y me eleva hasta lo más alto de la atmósfera.
¿Por qué no abrir nuestras mentes?, ¿por qué no dejar volar la imaginación?, ¿Por qué el miedo a ser rechazados, estigmatizados o símbolo de “burla”?, ¿Por qué encadenar a ese niño interior que llevamos en nuestro ser, en nuestro cuerpo y nuestra alma? Son algunas de las preguntas que me hago. Muchas personas a veces se privan de escribir, de volar, por tan solo hechos simples e idiotas que perturban su mente, como lo es salir de estereotipos manejados por la sociedad, el miedo de la opinión de las personas que nos rodean o a veces ese pensamiento que pasa por nuestro cerebro, que se apodera de nuestro cuerpo y nuestras acciones y que nos lleva a amarrarnos y encapsularnos en nosotros mismos. A veces esos mismos cuestionamientos me los hago, pero no pensando en por qué hay sujetos que se privan de placeres que pueden darte un éxtasis total, sino de ¿por qué yo me privo muchas veces de esa satisfacción? Un gran cantidad de personas no nos damos cuenta de lo placentero que puede ser escribir, de lo puede que te puede entregar, pero de lo que estoy seguro es que hay una cifra significativa de personas que se pueden extasiar con el simple hecho de escribir un pequeño fragmento de un tema cualquiera, pero que por esa simple acción están haciendo, a veces inconscientemente, lo que más aman y lo que puede ser muchas veces el placer de sus vidas.
El ser humano y sus actividades están condicionadas a muchas cosas y una de ellas es el tiempo; en el ámbito de la física se habla de que el tiempo es finito y absolutamente nadie puede vivir un segundo más al día. Por lo tanto nuestras actividades deben estar determinadas y organizadas por este factor; cuando tu vida se convierte en un completo desorden y vives atareado tienes que eximirte de muchos placeres y desgraciadamente a veces nos toca privarnos de la “utopía” de la literatura.
La escritura y la lectura nos sacan del planeta, nos llevan a un mundo mágico, nos desconectan con la realidad y nos hacen imaginar cosas inigualables e increíbles en mundo tangible y físico, por eso es que creo en su poder mágico y en la fantasía que los libros contienen y que contendrán más adelante.
La literatura, las letras, el ingenio de los escritores está dado para que cada lector, cada espectador se adapte y cree su mundo, buscando siempre una comodidad y un placer a su manera, siempre entregado a través de la hojas de papel y la tinta. Cada quien es libre de escoger qué quiere leer o quiere escribir, es decir, cada persona es libre de crear sus mundos o su mundo a su manera. En lo que a mí concierne, me encanta sacar elementos de la novela para mi creación cósmica, dejarla siempre aislada  de lo épico y de vez en cuando agregarle un toque de la literatura clásica y del teatro.

Jeisson Vasco Orozco
Estudiante de Química I semestre
Universidad Nacional de Colombia
Febrero de 2013


 Experiencias con la lectura y escritura
Mi incursión en la lectura, más que la introducción al alimento más nutritivo para el conocimiento o el adiestramiento que muchos papás intentan aplicar a sus hijos con el ánimo de presentar a un pequeño mortal, ávido de juego y televisión, disfrazado de genio ante familiares y conocidos, fue un intento desesperado de la familia por sacar alguna palabra de mi boca, así como lo fue una serie de recorridos por varias capillas de la ciudad para encomendar la causa a todas las vírgenes posibles.
Mis papás no gustan de leer, por  lo que sus elecciones pudieran parecer obvias para una familia de los años 90: mis primeros libros fueron versiones escritas de las adaptaciones de Disney. El primer libro, que aún conservo con cariño a pesar de su evidente deterioro y sus rayones con crayola verde, fue “La Sirenita”. Traía muchos dibujos y un audio-libro en casete que te pedía pasar la página al escuchar unas campanitas. Al creer que me había aprendido el cuento de memoria, llevaron más a casa: “101 Dálmatas”, “El jorobado de Notre Dame”, “Hércules”, “Mulán” y uno de Pocahontas, que traía botones para escuchar al colibrí y al mapache. Aunque no estoy segura de si tanta estimulación era realmente necesaria, porque leer era divertido  en comparación con otras actividades, es claro que cumplió su principal cometido.
El problema estuvo en aprender a escribir. En casa había un juego de letras con el que era capaz de armar mi nombre, mis apellidos y otras palabras. Sin embargo, tanto progreso no se notaba al tomar el lápiz y hacer garabatos que ni yo podía entender. Por desgracia, mi caligrafía indescifrable persiste hasta hoy. Los diarios que escribí en mi infancia, con el propósito de recordar algunas buenas y malas experiencias, son ahora prácticamente ilegibles. ¡Nunca me pida dibujar una línea recta o un círculo! ¡Está usted advertido, estimado lector!
En los años de colegio se pedía leer uno o dos libros por asignatura de humanidades al año. Eso era, aproximadamente, seis libros cortos. Casi siempre eran textos narrativos, aunque también teníamos que leer pequeños tratados científicos-filosóficos con frecuencia. Las biografías y autobiografías siempre estuvieron entre mis textos favoritos. Escribir cuentos era de las tareas más estimulantes para mí; no tanto así con los ensayos.
En mi inmensa fragilidad, la escritura me proporciona ubicuidad y omnipotencia, mientras la lectura me confía un pequeño universo al que me gusta contemplar más bien despacio, como a cualquier maravilla. Mi género favorito sigue siendo el cuento corto, siendo Anton Chéjov mi autor predilecto. Escribo cuentos cuando la humanidad me da algún motivo para decepcionarme un poquito de ella, lo que puede explicar la muerte de tantos de mis personajes en penosas circunstancias. Por el contrario, la ciencia ficción no suele ofrecerme demasiadas herramientas de reflexión, así que no me acerco demasiado a ella. En este punto, pido obviar la posible contradicción que alguien pudiera señalar al confesar que  mi libro favorito es 1984.
Aunque quisiera desarrollar mi interés  por los cuentos en nuevo y mejor material del que ya pretendo producir, estoy interesada en la difusión del conocimiento que adquiriré a lo largo de esta apasionante carrera, de modo que más personas se interesen en los temas que a ella conciernen.
Soy apta para expresar la mayoría de mis ideas en español e inglés, aunque este último no es mi idioma nativo y aún me encuentre en el proceso de perfeccionarlo. De todas maneras, el español siempre ha sido mi gran predilecto y una dulce experiencia cuando sale de una boca culta.
 Érika Mesa Díaz
Taller de comprensión y producción de textos
Carrera de Lingüística
 Universidad Nacional de Colombia



Hagamos remembranzas

     El aprendizaje de lectura y escritura se da comúnmente a una temprana edad, por lo que suele ser complicado recordar con detalle el procedimiento. Por mi parte recuerdo haber ojeado libros de niños que me regalaban mis padres, con pocas palabras y muchas imágenes y actividades como juegos en los que tocaba pegar stickers o dibujar. De esta manera fui descubriendo como cada letra se unía con otra para formar una palabra. A esto se sumó la enseñanza aportada por el colegio que me proporcionaba una gran cantidad de libros para explicarme cómo debía juntar una letra con otra y como variaban los sonidos y se pronunciaban las letras.
     En primaria, a medida que fui creciendo fueron aumentando la cantidad de lecturas tanto en textos como en libros y a la vez aumentaba mi interés. Recuerdo leer textos principalmente de ficción, cuentos e historietas; mi favorita era “Tomtom et Nana” una historieta que tenían en el colegio que relataba las aventuras de dos hermanos. Igualmente, le encontraba un especial interés a las historias de suspenso y policiacas. Al pasar los años y al llegar a la secundaria, leía todo tipo de textos; novelas, teatro, poesía. Es difícil enumerar la cantidad y variedad de textos que leíamos en el colegio, ya que se nos exigía mucho la lectura y escritura tanto en francés como en español. Las temáticas eran muy variadas; disfruté de las relacionadas con problemas sociales y políticos en Latinoamérica, tales como De amor y de sombra de Isabel Allende o Delirio de Laura Restrepo. De igual forma, las temáticas de crimen y psicología me parecieron interesantes; así como todo tipo de textos de teatro tanto clásico como moderno, el teatro del absurdo con autores como Eugène Ionesco, con obras como La cantante calva. Por otro lado, desde pequeña llevaba un diario en el que me gustaba anotar lo que me pasaba en el día. Durante un buen tiempo lo dejé, mas ahora escribo pensamientos, sueños y poemas libres en un cuaderno.
    Siempre les he encontrado placer a la lectura y escritura. Actualmente leo obras de teatro, novelas de psicología y comportamiento; en cuanto a la escritura anoto pensamientos y pequeños poemas y los ilustro con dibujos.
    En la universidad considero que necesitaremos leer y analizar textos relacionados con la lingüística, la comunicación y en general lecturas que permitan estudiar y comprender el lenguaje en sí y otro tipo de lenguas como las indígenas. Me gustaría escribir textos relacionados con las artes y si fuera posible, alguna obra de teatro o sketch. Por otro lado, hablo francés e inglés, como otros idiomas; me gusta mucho leer en ambos idiomas y existen algunas expresiones de estos que suelen parecerme más fáciles de decir. Por ejemplo, en el colegio con mis compañeros hablábamos algo así como un “frañol” ya que la mayoría de nuestras materias eran en francés. A veces, por ejemplo, utilizábamos expresiones como “entourar” en modelo de “entourer”, que significa “encerrar”. Por la misma razón, el vocabulario en matemáticas y otras materias se me hace mucho más sencillo en francés.
   A mi parecer, la lectura y la escritura son parte fundamental de las civilizaciones y del ser humano como individuo formando parte de un todo. Leer y escribir, dos acciones que se han vuelto tan propias para cada uno, que es imposible concebir un mundo sin ellas. Ambas significan comunicación de ideas, enriquecimiento cultural. Son también, una manera de conocer otro tipo de ideas y puntos de vista; el manifiesto de la imaginación de otra persona y el legado que esta deja a través de los tiempos. En un sentido más personal, su significado se asemeja al hecho de un escape de la realidad y abarcarse en otros mundos, mundos en los que dejamos libres nuestra imaginación, descubrimos opiniones e ideas diferentes, y a la vez dejamos inserta en el papel, nuestra propia visión del mundo y de la parte de él que nos apasiona.

Valeria Álvarez Fuertes
Taller de comprensión y producción de textos
Departamento de Lingüística
Universidad Nacional de Colombia