Comentarios acerca de la lectura y la escritura
No sé si por cuestiones de lavado
cerebral, intuición, aprendizaje o simple terquedad, no recuerdo en algún
momento haber visto la lectura y la escritura como el acto tangible y físico de
leer y escribir; todo lo contrario. Por esto mismo, no podría saber cuál de las
dos aprendí primero; en el solo hecho de percibir siento que ambas están
presentes simultáneamente.
Sé –recuerdo- que de niño gustaba
bastante de buscar o preguntar por las palabras que se ajustaran o
correspondieran a los sonidos que escuchaba. Confieso que, hasta después de
haber entrado a la secundaria, prefería leer el “mundo” más que los libros.
Tiempo después conocí a dos personas, dos maestros: Óscar Wilde y Federico
García Lorca; en los primeros vi una preocupación real por enseñarme a leer y a
escribir. Más adelante vinieron otros, muchos otros, de todas partes del mundo
y de bastantes épocas (mas no de todas); cada cual dejándome su trocito de
infinito.
No soy amante de los diarios ni
de las novelas –aunque sí de las nívolas[1]-;
hay un algo de incompatibilidad entre ellas y yo. Admiro a muchos novelistas y a
la valentía de quienes escriben un diario; pero con la distancia de quien sólo
los escribe sin valerse de palabras. Cosa distinta pasa con el cuento, la
poesía y, especialmente, con las piezas teatrales.
Leo, escribo; lo intento. Me
gustan los textos que se las ingenian para no pasar desapercibidos; aquellos
pajarillos con el don de conmover, ya sea por encanto o por disgusto, cuando
los oigo cantar. Me gustan los textos cambiantes y cambiadores; los que tienen
manos y ojos y mente y son en el fondo personas hechas de letras.
Quisiera poder familiarizarme con
los ensayos, pues siempre los he observado con binoculares.
Gusto mucho de aprender nuevas
lenguas y, en especial, de enfrentarme con lenguajes que no entiendo. Descreo
un poco de la poesía traducida; incluso los silencios son distintos entre una
lengua y otra.
A Pessoa y a
Lispector les debo lo poco que sé de portugués; a Victor Hugo y a Baudelaire,
lo poco de francés; y gustaría de quedarle debiendo algo también a Pavese, a Hölderlin,
a Pushkin, a Kawabata y a tantos otros…
Punto.
David
Felipe Guerrero Beltrán
Taller
de Comprensión y Producción de Textos
Departamento
de Lingüística
Universidad
Nacional de Colombia
[1]Véase
Niebla; Miguel de Unamuno; capítulo XVII.
Lectura y escritura: procesos de seducción, encanto y hechizo
Cuando tenía tan solo cuatro años
ingresé a cursar el primer grado de primaria. aAllí me encontré con una maestra
que se fue mostrando como una señora demasiado estricta, a la que le agradezco por
la disciplina inculcada; para ella era de vital importancia que sus alumnos
descubrieran la gran magia de las letras; nos exigía de tal manera que logró
que sus estudiantes llegaran aprender a leer muy rápido, sin nunca dejar de
lado la importancia de escribir (aunque una lleva a la otra). Mi madre tenía
una percepción muy parecida a la de mi adorada profesora; se sentaba a mi lado
todos los días cuando yo llegaba de mis clases rutinarias, me acompañaba, me
ayuda y me asesoraba en todos los ejercicios dejados en la escuela como la
tarea para la casa. Paso a paso, escalón a escalón, error a error, regaño a
regaño, fueron elementos para que un niño ya de cinco años lograra soltar sus
capacidades lectoras y llegara a una lectura aceptable.
A veces entre la meditación que
todas las personas realizamos día a día, en nuestra monotonía, me pregunto “¿a
qué se deberá el encanto de las letras?”. Bueno aún no termino de responderme
este cuestionamiento; lo único de lo que en estos momentos estoy convencido es
que el mundo de las palabras es mágico y puede llegar a ser infinito, porque
así es la imaginación; un proceso sin fin y en constante expansión.
No lo comprendo, no comprendo
porque en estos momentos me fascina el mundo de la comunicación, pero sobre
todo de esa comunicación escrita, mágica y placentera. Muy pocas veces en mis
épocas de estudios básicos tuve la obligación de leer textos, pero a pesar de
esto traté de aprovechar esta fantasía, hasta lograr sacar una minúscula parte
de su “sustancia”, que me enloquece y me eleva hasta lo más alto de la atmósfera.
¿Por qué no abrir nuestras mentes?,
¿por qué no dejar volar la imaginación?, ¿Por qué el miedo a ser rechazados,
estigmatizados o símbolo de “burla”?, ¿Por qué encadenar a ese niño interior
que llevamos en nuestro ser, en nuestro cuerpo y nuestra alma? Son algunas de
las preguntas que me hago. Muchas personas a veces se privan de escribir, de
volar, por tan solo hechos simples e idiotas que perturban su mente, como lo es
salir de estereotipos manejados por la sociedad, el miedo de la opinión de las
personas que nos rodean o a veces ese pensamiento que pasa por nuestro cerebro,
que se apodera de nuestro cuerpo y nuestras acciones y que nos lleva a
amarrarnos y encapsularnos en nosotros mismos. A veces esos mismos
cuestionamientos me los hago, pero no pensando en por qué hay sujetos que se
privan de placeres que pueden darte un éxtasis total, sino de ¿por qué yo me
privo muchas veces de esa satisfacción? Un gran cantidad de personas no nos
damos cuenta de lo placentero que puede ser escribir, de lo puede que te puede
entregar, pero de lo que estoy seguro es que hay una cifra significativa de
personas que se pueden extasiar con el simple hecho de escribir un pequeño
fragmento de un tema cualquiera, pero que por esa simple acción están haciendo,
a veces inconscientemente, lo que más aman y lo que puede ser muchas veces el
placer de sus vidas.
El ser humano y sus actividades
están condicionadas a muchas cosas y una de ellas es el tiempo; en el ámbito de
la física se habla de que el tiempo es finito y absolutamente nadie puede vivir
un segundo más al día. Por lo tanto nuestras actividades deben estar
determinadas y organizadas por este factor; cuando tu vida se convierte en un
completo desorden y vives atareado tienes que eximirte de muchos placeres y
desgraciadamente a veces nos toca privarnos de la “utopía” de la literatura.
La escritura y la lectura nos sacan
del planeta, nos llevan a un mundo mágico, nos desconectan con la realidad y nos
hacen imaginar cosas inigualables e increíbles en mundo tangible y físico, por
eso es que creo en su poder mágico y en la fantasía que los libros contienen y
que contendrán más adelante.
La literatura, las letras, el
ingenio de los escritores está dado para que cada lector, cada espectador se
adapte y cree su mundo, buscando siempre una comodidad y un placer a su manera,
siempre entregado a través de la hojas de papel y la tinta. Cada quien es libre
de escoger qué quiere leer o quiere escribir, es decir, cada persona es libre
de crear sus mundos o su mundo a su manera. En lo que a mí concierne, me
encanta sacar elementos de la novela para mi creación cósmica, dejarla siempre
aislada de lo épico y de vez en cuando
agregarle un toque de la literatura clásica y del teatro.
Jeisson Vasco Orozco
Estudiante de Química I
semestre
Febrero de 2013
Experiencias con la lectura y escritura
Mi incursión en la lectura, más que la
introducción al alimento más nutritivo para el conocimiento o el adiestramiento
que muchos papás intentan aplicar a sus hijos con el ánimo de presentar a un
pequeño mortal, ávido de juego y televisión, disfrazado de genio ante
familiares y conocidos, fue un intento desesperado de la familia por sacar
alguna palabra de mi boca, así como lo fue una serie de recorridos por varias
capillas de la ciudad para encomendar la causa a todas las vírgenes posibles.
Mis papás no gustan de leer, por lo que sus elecciones pudieran parecer obvias
para una familia de los años 90: mis primeros libros fueron versiones escritas
de las adaptaciones de Disney. El primer libro, que aún conservo con cariño a
pesar de su evidente deterioro y sus rayones con crayola verde, fue “La
Sirenita”. Traía muchos dibujos y un audio-libro en casete que te pedía pasar
la página al escuchar unas campanitas. Al creer que me había aprendido el
cuento de memoria, llevaron más a casa: “101 Dálmatas”, “El jorobado de Notre
Dame”, “Hércules”, “Mulán” y uno de Pocahontas, que traía botones para escuchar
al colibrí y al mapache. Aunque no estoy segura de si tanta estimulación era
realmente necesaria, porque leer era divertido
en comparación con otras actividades, es claro que cumplió su principal
cometido.
El problema estuvo en aprender a
escribir. En casa había un juego de letras con el que era capaz de armar mi
nombre, mis apellidos y otras palabras. Sin embargo, tanto progreso no se
notaba al tomar el lápiz y hacer garabatos que ni yo podía entender. Por
desgracia, mi caligrafía indescifrable persiste hasta hoy. Los diarios que
escribí en mi infancia, con el propósito de recordar algunas buenas y malas
experiencias, son ahora prácticamente ilegibles. ¡Nunca me pida dibujar una
línea recta o un círculo! ¡Está usted advertido, estimado lector!
En los años de colegio se pedía leer
uno o dos libros por asignatura de humanidades al año. Eso era,
aproximadamente, seis libros cortos. Casi siempre eran textos narrativos,
aunque también teníamos que leer pequeños tratados científicos-filosóficos con
frecuencia. Las biografías y autobiografías siempre estuvieron entre mis textos
favoritos. Escribir cuentos era de las tareas más estimulantes para mí; no
tanto así con los ensayos.
En mi inmensa fragilidad, la escritura
me proporciona ubicuidad y omnipotencia, mientras la lectura me confía un
pequeño universo al que me gusta contemplar más bien despacio, como a cualquier
maravilla. Mi género favorito sigue siendo el cuento corto, siendo Anton Chéjov
mi autor predilecto. Escribo cuentos cuando la humanidad me da algún motivo
para decepcionarme un poquito de ella, lo que puede explicar la muerte de
tantos de mis personajes en penosas circunstancias. Por el contrario, la
ciencia ficción no suele ofrecerme demasiadas herramientas de reflexión, así
que no me acerco demasiado a ella. En este punto, pido obviar la posible
contradicción que alguien pudiera señalar al confesar que mi libro favorito es 1984.
Aunque quisiera desarrollar mi
interés por los cuentos en nuevo y mejor
material del que ya pretendo producir, estoy interesada en la difusión del
conocimiento que adquiriré a lo largo de esta apasionante carrera, de modo que
más personas se interesen en los temas que a ella conciernen.
Soy apta para expresar la mayoría de
mis ideas en español e inglés, aunque este último no es mi idioma nativo y aún
me encuentre en el proceso de perfeccionarlo. De todas maneras, el español
siempre ha sido mi gran predilecto y una dulce experiencia cuando sale de una
boca culta.
Érika
Mesa Díaz
Taller de
comprensión y producción de textos
Carrera de
Lingüística
Universidad Nacional de Colombia
Universidad Nacional de Colombia
Hagamos remembranzas
El aprendizaje de lectura y escritura se
da comúnmente a una temprana edad, por lo que suele ser complicado recordar con
detalle el procedimiento. Por mi parte recuerdo haber ojeado libros de niños
que me regalaban mis padres, con pocas palabras y muchas imágenes y actividades
como juegos en los que tocaba pegar stickers o dibujar. De esta manera fui
descubriendo como cada letra se unía con otra para formar una palabra. A esto
se sumó la enseñanza aportada por el colegio que me proporcionaba una gran cantidad
de libros para explicarme cómo debía juntar una letra con otra y como variaban
los sonidos y se pronunciaban las letras.
En primaria, a medida que fui creciendo
fueron aumentando la cantidad de lecturas tanto en textos como en libros y a la
vez aumentaba mi interés. Recuerdo leer textos principalmente de ficción, cuentos
e historietas; mi favorita era “Tomtom et Nana” una historieta que tenían en el
colegio que relataba las aventuras de dos hermanos. Igualmente, le encontraba
un especial interés a las historias de suspenso y policiacas. Al pasar los años
y al llegar a la secundaria, leía todo tipo de textos; novelas, teatro, poesía.
Es difícil enumerar la cantidad y variedad de textos que leíamos en el colegio,
ya que se nos exigía mucho la lectura y escritura tanto en francés como en
español. Las temáticas eran muy variadas; disfruté de las relacionadas con
problemas sociales y políticos en Latinoamérica, tales como De amor y de sombra de Isabel Allende o
Delirio de Laura Restrepo. De
igual forma, las temáticas de crimen y psicología me parecieron interesantes;
así como todo tipo de textos de teatro tanto clásico como moderno, el teatro del absurdo con autores como Eugène Ionesco, con
obras como La cantante calva. Por
otro lado, desde pequeña llevaba un diario en el que me gustaba anotar lo que
me pasaba en el día. Durante un buen tiempo lo dejé, mas ahora escribo
pensamientos, sueños y poemas libres en un cuaderno.
Siempre les he encontrado placer a la
lectura y escritura. Actualmente leo obras de teatro, novelas de psicología y
comportamiento; en cuanto a la escritura anoto pensamientos y pequeños poemas y
los ilustro con dibujos.
En la universidad considero que
necesitaremos leer y analizar textos relacionados con la lingüística, la comunicación
y en general lecturas que permitan estudiar y comprender el lenguaje en sí y
otro tipo de lenguas como las indígenas. Me gustaría escribir textos
relacionados con las artes y si fuera posible, alguna obra de teatro o sketch.
Por otro lado, hablo francés e inglés, como otros idiomas; me gusta mucho leer
en ambos idiomas y existen algunas expresiones de estos que suelen parecerme
más fáciles de decir. Por ejemplo, en el colegio con mis compañeros hablábamos
algo así como un “frañol” ya que la mayoría de nuestras materias eran en
francés. A veces, por ejemplo, utilizábamos expresiones como “entourar” en
modelo de “entourer”, que significa “encerrar”. Por la misma razón, el
vocabulario en matemáticas y otras materias se me hace mucho más sencillo en francés.
A mi parecer, la lectura y la escritura son
parte fundamental de las civilizaciones y del ser humano como individuo
formando parte de un todo. Leer y escribir, dos acciones que se han vuelto tan
propias para cada uno, que es imposible concebir un mundo sin ellas. Ambas
significan comunicación de ideas, enriquecimiento cultural. Son también, una
manera de conocer otro tipo de ideas y puntos de vista; el manifiesto de la
imaginación de otra persona y el legado que esta deja a través de los tiempos.
En un sentido más personal, su significado se asemeja al hecho de un escape de
la realidad y abarcarse en otros mundos, mundos en los que dejamos libres
nuestra imaginación, descubrimos opiniones e ideas diferentes, y a la vez
dejamos inserta en el papel, nuestra propia visión del mundo y de la parte de
él que nos apasiona.
Valeria Álvarez
Fuertes
Taller de
comprensión y producción de textos
Departamento
de Lingüística
Universidad
Nacional de Colombia